BREVE RESEÑA
En El árbol de la ciencia el autor muestra la mejor versión de sus principales características: realismo, existencialismo, impresionismo descriptivo, buen fluir en la sucesión de hechos y aparición de personajes secundarios, reflexión sobre temas filosóficos…
El protagonista, Andrés, es un trasunto del propio autor. Un tipo sensible, inconformista, infeliz, que solo quiere que le dejen pensar tranquilo y encontrar una buena compañía con quien hablar. Su tío Iturrioz hace de guía espiritual e incluso le aconseja cuando piensa en dar el paso de casarse.
Hablando de su obra en general, supongo que para muchas personas puede no ser agradable asistir a los trazos que describe Pío Baroja en sus libros con tanta amargura; otros lo agradecerán, al desvelar en ellos el motivo de lo que hoy somos.
En algunas de sus novelas hay materia prima para quien quiera criticarle: a veces puede resultar contradictorio y hasta desconcertante. Muy crítico con todo, apenas da solución a nada. Múltiples personajes entran y salen en las pequeñas historias que constituyen sus capítulos. Muchas veces no acaba de definirlos y luego se olvida de ellos. Es como un escaparate variopinto que tiene como fondo siempre la tristeza y el desengaño. La impotencia de un país que no sale adelante.
Siempre recuerdo cómo me impresionaron en su día los primeros párrafos de Las inquietudes de Shanti Andía, releído luego mil veces. Expresan mejor que nada el mundo barojiano. Y es que no se consigue fácilmente que tu apellido se convierta en adjetivo.
De esta novela aquí reseñada me resulta especialmente conmovedor cómo cuida Andrés de su hermano Luisito cuando este enferma, y, sobre todo, el momento en que, sintiéndose por fin feliz, Andrés sospecha de la brevedad del momento.
Conviene leerla con atención y con un lápiz cerca, porque hay mucho para subrayar. Y releerla cuando ya no se es tan joven, para recordar la huella que dejó y para comprobar si sigue tocando la fibra o ya se ha hecho callo.
«A los pocos días de frecuentar el hospital, Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Shopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y solo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura».
SINOPSIS
El libro narra la vida de Andrés Hurtado, desde el comienzo de sus estudios de Medicina en Madrid. La sucesión de hechos, tanto personales como familiares, y también sus conversaciones con su tío Iturrioz y sus propias divagaciones filosóficas, van forjando en él un sentimiento de descreimiento. Ni siquiera ejercer de médico le reconforta, sino todo lo contrario. Solo con Lulú, a la que llega a amar, se entiende verdaderamente.
BIOGRAFÍA
Pío Baroja y Nessi nació en San Sebastián en 1872. Fue el tercero de cuatro hermanos de una familia distinguida que incluye sangre italiana por parte de madre. El mayor de los hijos murió joven de tisis, el segundo fue pintor y también escritor y a la cuarta, muy querida, le sacaba bastantes años, y por cierto fue la única que a su vez tuvo hijos y por tanto continuó con este clan, importante en la cultura española.
Los múltiples viajes por motivos de trabajo del padre de Pío, ingeniero de minas, hacen que este conozca ya siendo joven bastantes rincones de España.
Sin una vocación clara, decide estudiar medicina, carrera que realiza entre Madrid y Valencia. Se doctora en Madrid, ejerce un corto tiempo en Cestona, pueblo de Guipúzcoa, y finalmente lo deja disconforme con muchas cosas, como tantas veces le sucedió. De nuevo en Madrid, trabaja un tiempo en una panadería y enseguida comienza a publicar, dedicándose ya de lleno a la literatura.
Fue, junto a Unamuno, Valle-Inclán, Antonio Machado, Azorín, Ramiro de Maeztu o Blasco Ibáñez uno de los más insignes representantes de la llamada generación del 98, surgida y marcada por la pérdida de las últimas colonias españolas tras la derrota frente a EEUU en “el desastre del 98”. El realismo, el sentimiento de pesimismo influenciado por filósofos europeos como Shopenhauer, son algunas de las características de este grupo de autores desilusionados por la decadencia de España en esa época. Sin embargo, a Baroja no se le debe encasillar en ningún grupo ni en ninguna tendencia concreta, tales eran su individualismo, su espíritu crítico y sus ansias de libertad.
Viajero incansable, anticlerical convencido, dibujó con palabras de estilo impresionista la España que veía y que tanto le decepcionaba en cada capítulo de cada novela suya, por donde deambulan miles de personajes de todo tipo y ralea. A su pesimismo innato se le une un lirismo en el que se adivina una persona sentimental.
Agrupó en ocasiones sus libros en trilogías e incluso tetralogías, sin que sin embargo se advierta un claro nexo entre las obras.
Tuvo alguna inmersión en política sin éxito alguno, y seguramente sin esperanzas previas por su parte, dado el descreimiento que prácticamente cualquier tendencia le producía.
Muy discutido por la acidez de sus críticas pero también por su estilo en ocasiones caótico o desordenado, obtuvo sin embargo el reconocimiento de entrar en la Real Academia Española en 1935.
De su inmensa producción, en la que también hay cuentos, teatros, ensayo y biografía, destacan Vidas sombrías, Camino de perfección, la trilogía Tierra Vasca, que incluye Zalacaín el aventurero; la trilogía La lucha por la vida, con La busca como fundamental en ella; la aquí reseñada El árbol de la ciencia, perteneciente a otra trilogía más, La raza, y que para él mismo constituía una de sus mejores obras, o Las inquietudes de Shanti Andía. Al estilo de los Episodios Nacionales de Galdós, entre 1913 y 1935 publicó Memorias de un hombre de acción, 22 episodios que narran las aventuras de un antepasado suyo, Eugenio de Aviraneta, liberal y masón. En los últimos años escribió los 7 volúmenes de sus memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino.
Siempre a caballo entre Madrid y Vera de Bidasoa, emigró a Francia durante la Guerra Civil Española, para regresar a su país tras la finalización del conflicto. Falleció en 1956, siendo enterrado – fue exigencia suya, muy controvertida en la época – como ateo en el Cementerio Civil de Madrid, y aclamado por autores como Cela, que incluso cargó con el féretro, Hemingway y otros. Hoy en día está considerado como uno de los mejores escritores de la historia de España.